LA UMCE CONTRA CARABINEROS

 

Otro viernes cultural en la UMCE, otro intento de quemar personas vivas. La retorcida rectoría difundió un psicótico comunicado en el que recomienda que las personas abandonen el campus Macul (que está en Ñuñoa) para evitar agresiones de Carabineros. ¿En qué cabeza cabe esto? Los encapuchados tratan de quemar personas vivas, pero la rectoría contesta que las personas deben cuidarse de los Carabineros. ¿Queda alguna duda de que esta rectoría terrorista, narcótica y grotesca colabora con los encapuchados? ¿Resta alguna sombra de incertidumbre con respecto a los oscuros propósitos de esta administración? Más aún, ¿hace falta aclararle a la rectora que está mal quemar personas vivas? Por favor, córtenla. Dejen de promover los crímenes. Dejen de defender el terrorismo. Y después se preguntan por qué los resultados de las elecciones no los favorecen.

Más encima, la rectora convocó a una jornada reflexiva para el lunes. ¿Sobre qué van a reflexionar? ¿Acerca de por qué resulta necesario quemar personas vivas? ¿Esta es la meta, sueño, culmen y propósito de la UMCE ahora?

Yo me he cansado de denunciar estas actitudes criminales, matonescas, incivilizadas y satánicas. Siempre me han dado lo mismo las expresiones de sorpresa y los insultos de quienes defienden a los encapuchados: yo tengo claro que no es normal quemar personas vivas. Es así de simple. Pero estos degenerados están enredados en una retórica diabólica que justifica sacrificar infantes. ¿Qué quedará de bueno en un mundo donde tal barbaridad está permitida?

Tengo grabado en la memoria el momento cuando, mientras exponía en una asamblea universitaria del Departamento de Castellano acerca de la locura que era denunciar la concurrencia de Carabineros en vista de que ellos no hubiesen acudido de no ser por los encapuchados que habían salido a levantar barricadas y tirar piedras en José Pedro Alessandri, Marcelo Guerra interrumpió mi intervención gritando «¡oye, imbécil!». Tengo la impresión de que él es borgoñino, como yo, porque su hermano Diego seguía siendo alumno del liceo para ese entonces. Esto ocurrió la mañana del 14 de octubre de 2002. Yo era un alumno nuevo, un inexperto y un ignorante. ¡Pero al menos tenía clara la relación de causa y efecto!

La Dra. Liliana Belmar me interrogó cuando me acerqué a la oficina de Elianita después de este incidente. De acuerdo con lo que ella había visto, yo había proferido palabras soeces durante mi intervención en la asamblea, que tuvo lugar al aire libre frente al Departamento de Castellano. Su acusación me descompuso, puesto que yo no utilizo habitualmente un vocabulario vulgar. ¿Cómo iba a hacerlo allí, más encima, en un lugar tan respetable como una universidad, y peor aún si era apenas un alumno de primer año? Mis miembros perdieron fuerza y mi mente fue incapaz de articular una defensa racional. Me vi obligado, pues, a cargar con una acusación demoledora y que me hizo sentir verdaderamente ruin. La Dra. Belmar se disculpó después, no obstante, cuando yo ya estaba terminando la carrera: el 2007, si no me equivoco. Me llevó a su oficina y me dijo que se había dado cuenta de que era imposible que yo hubiera hecho esto que me había imputado. Aunque yo ya no pensaba sobre el incidente, sentí un alivio enorme al tener esta conversación.

Muchas veces me pregunté si acaso había sido la voz de Marcelo Guerra la que escuchó la Dra. Belmar mientras pasó caminando junto a la asamblea. Él se quedó mirándome con cara de pocos amigos después de lo que yo había dicho. Yo había coincidido en varias ocasiones con él en marzo y abril de ese año, puesto que los alumnos antiguos tendían a invitar a beber en el campus a los nuevos. No me caía mal, pero el incidente me dejó claro cuáles eran nuestras posiciones y, también, cuál era el tipo de interacción que podíamos tener en lo sucesivo. Y no me dejé intimidar, aun cuando sospechaba que mi posición no era la más popular entre los asistentes.

Este es el tipo de personaje que ha usurpado la rectoría en nuestros tiempos. No es ya el rector diplomático que intenta aparecer neutral a toda costa, sino un exaltado hidrofóbico y vociferante que vomita maldiciones contra los Carabineros y contra la patria. Cuando digo que estoy aburrido, no quiero decir que dejaré de denunciar las fechorías de la rectora Elisa Araya, sino que empezaré a exigir que otros se unan a mi voz y que ella misma corrija su comportamiento y, en lugar de actuar como patrocinadora de los encapuchados terroristas, los persiga y los aplaste y los haga desaparecer de la UMCE.

El viernes 24-XI-2023, encapuchados arrojaron bombas molotov contra el vehículo de Carabineros Z-9284, en el cual se trasladaba personal de la institución. Los encapuchados, como dije en un principio, trataron de quemar personas vivas. No es una novedad, por cierto: también trataron de hacer esto con Daniela Fuentes la noche del 5 de octubre de 2007. En virtud de este acto terrorista del viernes 24, Carabineros accedió legalmente a la UMCE. Y las autoridades difundieron un comunicado en el que repudian este acceso. Ellas no repudian lo que hicieron los encapuchados: ellas repudian que Carabineros actúe en cumplimiento de la ley. ¡Ellas repudian que se cumpla la ley! ¿Cómo puede entenderse esto? ¿Y cómo no estaré justificado al afirmar, pues, que la rectoría patrocina a los terroristas y que es una enemiga de la patria?

La iniciativa antifa tiene adeptos en todo el país: fue vitoreada con entusiasmo después de que incendiaron las estaciones de Metro al inaugurar su Levantamiento Terrorista de 2019. En todas partes hay quienes aplauden a los que queman personas vivas. Pero esto no está bien. Tenemos que revertirlo: debemos denunciar no solo las tropelías de los encapuchados, sino también el blanqueamiento de sus actos terroristas y las acusaciones —siempre falsas— contra Carabineros de Chile. Hay que hacerlo por amor a la patria y por amor a la verdad. Y hay que conseguir que, hasta en el último oscuro rincón de la UMCE, cada persona piense con desprecio en los encapuchados y alabe la actuación de los Carabineros contra ellos.

Ave María Purísima

 
 
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