LAS ESCLAVAS DEL DÁESH

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“Califato: es una forma de Estado dirigido por un líder político y religioso de acuerdo con la ley islámica o sharia, que controla un territorio entre los Estados de Siria e Irak y que pretende recibir el apoyo total del mundo musulmán.”

El título del encabezado relata el documental realizado en mayo del año 2016 en el norte de Irak, donde la protagonista es Nadia Murad, principal activista y representante de todas las mujeres ante la ONU que han sufrido de un terrible totalitarismo y esclavitud sexual para “satisfacer” las necesidades de los soldados del Estado Islámico. El documental empieza relatando lo que es el Dáesh, lo que es vivir bajo esas condiciones y lo que sufren, finalmente, día a día mujeres y niños en esa pesadilla.

El Dáesh, ISIS o simplemente Estado Islámico, es un grupo terrorista de tipo genocida, que tiene por objetivo realizar una “limpieza étnica”, eliminando todo rastro de religión o creencia que ellos repudien y que sea contrario a su pensamiento extremista. Para ellos es “mueres o te unes a nosotros”, clara frase totalitaria y radical. Consiguen sus objetivos torturando, matando, obligando a unirse a su credo, secuestrando, esclavizando a mujeres y niñas para que sean esclavas sexuales al punto de verlas como unos animales, burlándose de su dignidad y humanidad.

Dependiendo del rango del soldado, se paga cierta cantidad de dinero por su “oficio” (oficio el cual es matar y causar terrorismo intolerable). Los munasireen, que son soldados de a pie a servicio de ISIS que no han jurado lealtad al grupo, pueden ver sus pagos retrasarse y/o ser irregulares, puesto que para los islamitas es esencial que sean devotos a su creencia. Estos soldados reciben un sueldo de alrededor 50-150 US dólares, sumando bonos como el reparto de los botines de guerra. Los mubayeen, que son soldados diferentes a los primeros mencionados pues han jurado lealtad al ISIS, reciben primas y bonus para reforzar sus pagos, los cuales son de alrededor 200-300 US dólares. Finalmente, los muhajireen, soldados extranjeros, pueden ganar hasta 1000 US dólares al mes, incluyendo prestaciones especiales.

Tras el análisis del Dáesh y su rango jerárquico de los soldados, comienza el relato valiente de Nadia Murad, mujer de 19 años en ese entonces de religión yazidí que sufrió por largos tres años de violaciones y vejámenes. La obligaron a convertirse al islam, obligándola a leer el Corán y, cuando les apetecía, los soldados la violaban al punto de caer desmayada, intercambiándola, en ocasiones, con otras mujeres y así continuamente. Viéndolas como un objeto y no un ser humano.

 
 
 

La captura

El pueblo yazidí fue terriblemente violentado en agosto de 2014 por el Dáesh, en el norte de Irak, imponiendo un califato entre Siria e Irák. Esto obligó a miles de civiles a trasladarse de ese lugar, sufriendo genocidio por su creencia religiosa. En particular, miles de civiles yazidies trataron de escapar por el Monte Sinjar, sin embargo, de todas maneras, alcanzan a capturarlos en su gran mayoría. Después de unos días, los civiles fueron llevados a una escuela del pueblo, separando a hombres de mujeres y niñas, trasladadas estas últimas, siempre que estuvieran en edad fértil y para poder casarse. Esto es relatado como una separación forzosa, sistemática y desgarradora por parte de los familiares y testigos.

 
 
 

Convertirse o morir

Un líder religioso, siempre que se impone, dice: “Tendrán que convertirse al islam si quieren ser nuestros hermanos y no morir”. Esta frase radical es característica de los totalitarismos, fácilmente comparable con Hitler, el nazismo o cualquier otro tipo de régimen totalitario.

El testimonio de Alí, un hombre de 21 años, víctima del grupo, aporta claridad sobre el particular. Comenta que tuvo que convertirse al islam para poder salvar su vida, bajo la cual de todas formas estaba “muerto en vida”, pasando la mayoría del tiempo en cárceles, hacinado con cientos de hombres más, secuestrados y dejándolos sin comida durante 8 días. Nuevamente vemos un parecido con el régimen de Hitler en su tiempo. Por otro lado, los que se rehusaron a convertirse, fueron decapitados, inclusive niños. Entre ellos los hermanos mayores de Nadia Murad.

 
 
 

La esclavitud

Nadia Murad continúa relatando que todas las mujeres y niñas fueron llevadas a un centro de distribución, lleno de soldados del Dáesh. Nadia, implorando para que no la llevaran, fue violada esa misma noche. Ese mismo hombre, después, intercambió con tres mujeres más, las que luego de ser “usadas” fueron vendidas. Shirin (otra adolescente secuestrada y esclavizada) relata que estuvo cautiva durante 9 meses, le pegaron, separaron de su madre (la cual aún no encuentra) y, por si fuera poco, la compraron y vendieron muchas veces. Producto de una de las tantas violaciones sufridas por Shirin, quedó embarazada. No obstante, aquello, se produjo ella misma un aborto cargando todos los días cientos de kilos de hormigón. No le importaba si ella moría también. El Dáesh hace apología de la violencia sexual, incluso indica en un manual cómo ejercerla. Considera a las jóvenes yazidíes un botín de guerra, un reclamo para captar nuevos guerreros a su “yihad” (obligación con su Dios). Es una esclavización medieval en pleno siglo XXI.

A los hombres también los convertían en esclavos, haciendo que rezaran 5 veces al día u obligándolos a trabajar en granjas. A los niños los adoctrinan y preparan desde una edad muy temprana, cerca de los 5 años. Les enseñan en Mosul o cerca de Raqqa, en Siria, a decapitar a personas, a leer el Corán, los radicalizan. Ante la religión del Estado Islámico, los yazidiés son considerados infieles, es decir, no los ven como seres humanos, sino como animales, apóstatas miserables, y los tratan como tales.

 
 
 

Bajo el yugo del Dáesh

Las mujeres son estrictamente vigiladas, llegando al punto que solo pueden llevar descubierto sus ojos y, bajo sus ropajes negros, no pueden mostrar ninguna curva. ISIS cobra impuestos a modo de financiación, controlan a golpe de arma la vida de los demás. No hay vida bajo el Daésh. Esta organización terrorista financia y publicita propagandas que alardean su potencial militar, incitando a la violencia.

 
 
 

La huida

Finalmente, Nadia Murad continúa relatando que no soportaba más estando esclavizada y que una noche decide escapar, pero, antes de salir del edificio, la capturaron. La consecuencia, según las leyes del Daésh, cuando una chica intenta escapar, es que la llevan a aquel centro y la violan tantos hombres del Daésh como hubiera en aquel momento. No matan a las mujeres, pero es como si les hicieran lo mismo. Nadia, posteriormente, después de tres meses, sacó coraje del dolor, escapando gracias al último hombre que la había comprado. Una familia en Mosul la ayudó.

Por otro lado, Ali, el otro protagonista del documental, tuvo que comprar su libertad por cerca de 350mil US dólares.

Tras estos testimonios, podemos concluir que en pleno siglo XXI siguen estando vigentes las esclavitudes, terrorismos y totalitarismos fanáticos. Es increíble cómo se vuelve a repetir la historia, una y otra vez, de los desquiciados regimientos asesinos violadores de DDHH (la Cuba de Fidel Castro, la Alemania nazi, le Revolución cultural de Mao Zedong en China, entre otros). En ellos no solo las mujeres son víctimas, sino también hombres y niños. Característico es la profunda crisis humanitaria, violación de los derechos humanos, genocidio y nula existencia de las libertades. Estos relatos nos dejan en shock, pero nos da aún más coraje para seguir proclamando y defendiendo las ideas de la libertad, ya que ningún ser humano merece ser tratado como un animal, sino como un individuo y debe ser valorado y respetado como tal. Esperamos que instituciones como la ONU o la Corte Penal Internacional haga un legítimo uso de sus facultades y que no sean organizaciones gubernamentales que solo se financian a costa de campañas y no realizan las actividades que dicen defender, que respeten e invoquen la Declaración Universal de los Derechos Humanos, porque estas personas realmente están sufriendo una crisis de DD.HH. No cabe el ser meros espectadores.

Hoy en día, Nadia Murad es activista por los derechos humanos y embajadora de buena voluntad. Es un claro ejemplo de resiliencia. Sigue compartiendo valientemente su testimonio para que hechos como estos no se vuelvan a repetir.

 
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