EL «HOMBRE LIGHT»: UNA VIDA SIN VALORES

hombre-light.jpg
 

En un ensayo llamado El hombre light: una vida sin valores (1992) escrito por el catedrático español Enrique Rojas, se describe un panorama moral muy similar al que a la fecha seguimos viviendo. En un lenguaje bastante sencillo denuncia los vicios de lo que hasta ahora hemos denominado sociedad posmoderna y que por aquel entonces ya eran escandalosos para muchos. El libro destaca varios conceptos de este “hombre light”, un individuo de características blandas, sin compromisos, vacío, hedonista e instalado en la cima del cinismo. Es un libro al que vale la pena volver ahora que ya han pasado más de 30 años y poco ha cambiado. 

Sin embargo, hay un capítulo del libro que me pareció absurdo de considerar y es “la cultura del zapping”. El zapping era y es el acto de cambiar de canal de forma compulsiva buscando algo que ver o incluso, según puntualiza el autor, “pasar el rato”. Esto se popularizó con la tv cable y el control remoto. El autor hace un punto sobre este hombre light moderno que quiere abarcarlo todo pero no comprometerse con nada. El análisis es un poco flojo, efectista, pero lo que entonces parecía absurdo ahora tiene mucho más sentido en cuanto a las redes sociales, especialmente con la irrupción de Instagram, saltando desde el zapping al scrolling. La ciencia ya tiene algo que decir al respecto y es que el scrolling es prácticamente un apagar el cerebro y bajar por el feed buscando algo que ver o pasar por las historias de los contactos mirando sin ver y sin hacer ningún contacto real. 

A propósito de situaciones y eventos que el tiempo termina por evidenciar como ciertos, pienso en las comparaciones divertidas e inútiles entre películas o libros y la realidad. Hay dos películas de las que algunos han hablado en sus comparativas, estas son Wall-E (2008) y Demolition Man (1993). 

En Wall-E se nos presenta un futuro en el que la tierra ha sido abandonada por los humanos. Incapaces de sobrevivir en ella por la contaminación, con un ecosistema que finalmente se agota y donde la humanidad prefiere largarse en un crucero espacial, mientras en la tierra unos robots se encargan de limpiarla. Wall-E, el robot protagonista de la historia, es un fanático de la tierra y la humanidad a la que no conoce pero que admira por sus logros y creaciones, grandes y pequeñas. Por otro lado, en el crucero espacial los humanos viven en sillas flotantes consumiendo comida ultra procesada, disfrutando las últimas tendencias de la moda (que indica una voz en la computadora central) y flotando como buenos ‘hombres light’ representando fielmente el planteamiento acá referido. 

Por supuesto, en su comodidad se han olvidado por completo de la tierra a la que deberían volver en algún momento. La autoridad de la nave, sin embargo, un robot tipo Hal 9000 les dice que no es seguro, y así se los ha dicho durante décadas. Wall-E es quizás una de las últimas películas de Disney que no presenta los antivalores de sus nuevas producciones. Los paralelismos con la realidad actual ya son bastante escandalosos. No obstante, para no repetir lo que de seguro otros han dicho, añadiría que Wall-E es una película que plantea una realidad que Fernando Villegas también está anunciando hace tiempo en su programa de YouTube y es que, a pesar de los discursos contemporáneos, los “Estados del bienestar” terminarán imponiéndose a la realidad por la sola razón de que el problema de la riqueza (es decir de la producción, la alimentación y la mantención de la humanidad) será superado. Esto es una teoría, claro, pero no deja de ser inquietante. Si los productores de riqueza (empresarios) quieren seguir haciendo negocio y vivir de ello, se verán acorralados por una mayoría incapaz de producir y que además les exige que repartan la torta según sus intereses. 

En Wall-E un problema así planteado no existe ya que la humanidad atrapada en su fantasía ha olvidado todas las características que alguna vez le dieron sentido. ¿Será el futuro un lugar en donde los Estados repartirán la torta a gusto de las masas? ¿Estas masas vivirán adormecidas en los placeres materiales bajo el cuidado de los gobiernos de turno, respirando y moviéndose sin proyecto de vida alguno más que existir para consumir y morir?

En Demolition Man el futuro es un lugar en apariencia limpio donde no está permitido decir ciertas palabras, en el que el contacto físico es suprimido porque se considera antihigiénico, en el que la comida está muy controlada y optimizada para la salud y para cumplir los estándares de un líder déspota que tras su mascarada de personaje intachable oculta el afán de poder y control total. La policía ya no necesita saber de qué forma controlar a los ciudadanos, se han ablandado y no tienen estómago para la violencia. En este mundo del futuro llegan dos personajes del pasado con todas las características humanas que reconocemos como propias hasta antes de la pandemia del 2019, y por supuesto el choque que producen desata el caos. 

Descubrimos que, bajo la superficie de esta sociedad, un grupo de humanos sobrevive escondiéndose de este mundo que promete la perfección, la paz y la seguridad coartando todos los impulsos de libertad de sus ciudadanos. Pienso en el libre albedrío y en la condición humana. En ambos casos la realidad imita el arte. Occidente 2021 parece una mezcla de ciertos elementos de ambas fantasías. ¿Cuánto de eso va a quedar y pasar a la posteridad? ¿Cuánto falta para que la prohibición del consumo de carne con la excusa del medioambiente y la salud se convierta en una tendencia real y poderosa? ¿Cuántas disidencias seguirán apareciendo? ¿Engordaremos como en Wall-E mientras nos repiten que está bien tener sobrepeso?  ¿Nos venderán o nos entregarán los medicamentos para sobrevivir controlando los efectos colaterales? 

Supongo que ejercitar la mente en estas comparaciones, dudas y proyecciones es un acto de ocio. Aunque precisamente el ocio y la capacidad de proyectar ideas es un acto humano que no hemos perdido a pesar de estar rodeados de distractores, esperando la próxima galleta, pasando por el feed, comentando la última noticia superficial y quejándonos de algún mal abstracto sin buscar nuestra propia responsabilidad en el asunto. Las proyecciones hacia el futuro son una forma de mantenernos como seres humanos activos y vinculados con la realidad, extrapolando con más errores que aciertos lo que esperamos que sea el futuro según nuestro pasado. No digo que todos debamos fantasear sobre estas posibilidades, después de todo estamos aquí y hay mucho que hacer, y en ese hacer de vez en cuando puede que algún fragmento de la verdad nos alcance y haga que nuestra idea sobreviva el tiempo.

 
Anterior
Anterior

LAS ESCLAVAS DEL DÁESH

Siguiente
Siguiente

EL MANIFIESTO COMUNISTA: ¿OBRA MAGNA O SIMPLE PANFLETO?