¿QUIÉN MATÓ LAS HUMANIDADES?

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Versión original para el medio Prageru

Aquí hay una tragedia, a su manera, al nivel de King Lear o Hamlet.

Para obtener una licenciatura en literatura inglesa en la Universidad de California en Los Ángeles, una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, debes tomar cursos en Estudios de Género, Raza, Etnia, Discapacidad o Sexualidad; en Estudios Imperiales Transnacionales o Post-Coloniales; y en Teoría Crítica. Pero no es necesario que realices un solo curso de Shakespeare.

En otras palabras, la Facultad de Inglés de la UCLA ahora es oficialmente indiferente en cuanto a si un estudiante de inglés ha leído alguna vez una palabra del mejor escritor del idioma inglés, pero está decidida a exponer a los estudiantes, según el catálogo de cursos, a "rúbricas alternativas de género, sexualidad, raza y clase". Lamentablemente, la UCLA no está liderando un movimiento, está siguiendo a uno.

Ese movimiento busca infundir el plan de estudios de las humanidades con los rasgos académicos característicos de nuestro tiempo: narcisismo, una obsesión por el victimismo y una implacable determinación por reducir la asombrosa complejidad del pasado a la política identitaria y la lucha de clases

Al hacerlo, el profesorado moderno ha repudiado la gran tradición humanista sobre gran parte de la civilización occidental –y la universidad occidental – que se ha construido. Esa tradición se fundó en un deseo prevalente de abrazar al genio y avances del área en el pasado.

El poeta florentino del siglo XIV Francesco Petrarca gatilló la explosión de conocimiento conocida hoy como el Renacimiento con su descubrimiento de la historia monumental de Roma de Livio y las cartas de Cicerón, el estadista romano cuyas ideas inspirarían a personas como John Adams y Thomas Jefferson. 

El ardiente impulso de Petrarca por recuperar las culturas perdidas de Grecia y Roma fue ampliamente compartido e impulsó a los humanistas del Renacimiento a buscar manuscritos olvidados en castillos y monasterios remotos a lo largo de Europa.

Las grandes universidades difundieron este nuevo conocimiento por todo el mundo occidental, enseñándoselo a estudiantes que, a su vez, lo enseñaron a la siguiente generación.

Ahora compare el hambre de aprendizaje de los humanistas clásicos con el resentimiento de una estudiante de la Universidad de Columbia, a quien el plan de estudios básico de primer año de Columbia le había exigido que estudiara Mozart. "¿Por qué tuve que escuchar... a este Mozart?", se quejó. “Mi problema con el currículum básico es que apoya las premisas de la supremacía blanca y el racismo. No hay mujeres ni gente de color”. Estos no son los pensamientos idiosincrásicos de un estudiante universitario normal (el cual debe buscar la verdad por sobre todas las cosas) sino que representan la ideología dominante en las humanidades hoy, debido al adoctrinamiento de izquierda presente en muchas universidades.

En lugar de alentar a los estudiantes a interactuar con las grandes mentes del pasado, los profesores de humanidades de hoy solo buscan enseñar su propia cosmovisión. La reunión anual de la facultad de literatura de Estados Unidos colocó en la parte superior de su agenda de 2014 la discusión de "personificación, pobreza, clima, activismo, reparación y la condición de ser gobernados de manera desigual", todo con el fin de "exponer los puntos clave de la “vulnerabilidad” de las minorías y evaluar posibilidades de cambio”. Perdida en esta postura política está la única verdadera justificación de las humanidades, proporcionar conocimiento... conocimiento que conduzca, uno espera, a la adquisición más importante de todas: la sabiduría.

Los Padres Fundadores de Estados Unidos se basaron en una asombrosa variedad de fuentes históricas y filosóficas y en un saludable escepticismo sobre la naturaleza humana para crear la República más estable y libre de la historia del mundo. El desconocimiento de esas fuentes, que condujeron al Estado de Derecho de Occidente y su incomparable prosperidad, pone en riesgo estos monumentales y singulares logros. Pero el aprendizaje humanista es, ante todo, un fin en sí mismo.

Es simplemente mejor escapar de la estrecha y egocéntrica mente de uno mismo y vivir dentro de la prosa de George Eliot, la música de Bach o el arte de van Dyck, que nunca haberlo hecho. En último término, es el deber amoroso que tenemos para con aquellos escritores, artistas y pensadores cuyas obras hicieron posible nuestro mundo. El académico narcisista, ajeno a la belleza y la nobleza, no sabe nada de esto. Eso es bastante malo, pero ¿negar tan glorioso conocimiento y sabiduría a los estudiantes?

Esa es una tragedia a escala shakesperiana.

 

Traducido por Gustavo Fuenzalida.

 
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