LA PUC NO PEDIRÁ PERDÓN

 

El recientemente publicado libro del capitán Claudio Crespo, G3: Honor y Traición, respalda mi tesis (aún inédita en términos de publicación académica) de que todas las acusaciones contra Carabineros son falsas. También respalda la tesis que planteé en el ensayo «El Apruebo y la Violencia» (2020) de que «la alternativa del “Apruebo” para el plebiscito de Chile [del año 2020] ... está vinculada con la violencia desatada por el levantamiento terrorista que comenzó el 18 de octubre de 2019» (p. 1). Quiero enfatizar que ya me había referido a este luctuoso evento con los nombres de «insurrección» o «levantamiento» en noviembre de 2019, en medio de la efervescencia satánico-revolucionaria, si bien he preferido después el nombre «Levantamiento Terrorista» por las razones que explico al principio del capítulo IV (pp. 21s) de «El Apruebo y la Violencia».

En octubre de 2019, la Pontificia Universidad Católica de Chile —que insiste en eliminar de su acrónimo la letra pe, de «Pontificia», y que ha mostrado un comportamiento poco católico desde ha ya varias décadas— se querelló contra Carabineros por las acusaciones falsas que hizo contra ellos el entonces alumno Josué Maureira. Las denuncias de Maureira fueron expuestas públicamente como falsas por la prensa y el colectivo Chile Más Erre (+R) les dedicó un emotivo y muy bien logrado documental. Yo mismo destaqué, en «El Apruebo y la Violencia» (p. 48), que «Maureira estudia medicina y sabía que el peritaje descartaría su acusación, pero él igualmente la hizo. ¿A qué podría deberse este comportamiento si no a un desequilibrio mental, que de hecho fue verificado por la abuela del sujeto? ¿No tendrá algo que ver con el hecho de que amenazó y atacó a la carabinero Luna Werchez, dejándola herida en la mano izquierda solo para que fuere acusada, más tarde, de haberlo golpeado hasta romperse los nudillos?» A pesar de que las acusaciones fueron abrumadoramente desmentidas y de que Maureira quedó totalmente desacreditado, la PUC nunca comunicó el retiro de la querella y, aún más importante, no se disculpó con Carabineros por haber participado del ataque comunicacional y jurídico contra ellos. Fíjese bien Vd. en que este ataque fue paralelo al que Carabineros estaba recibiendo físicamente en las calles de todo el país durante el Levantamiento Terrorista, sobre todo en las proximidades de la Plaza Baquedano. El ataque de la PUC no fue solo una reacción en defensa de un alumno, muchos de los cuales han de tener problemas legales, sino una participación formal del Levantamiento Terrorista contra el orden político del país. La PUC, como institución, se sumó a la asonada golpista que el Partido Comunista de Chile orquestó tras la mascarada de la Mesa de Unidad Social con el fin de tomar el poder e instaurar una tiranía típicamente marxista.

El capitán Crespo es el acusado del caso más emblemático de los denunciados por los golpistas: el del terrorista Gustavo Gatica, quien resultó cegado durante un ataque de encapuchados antifa contra Carabineros de Chile. Gatica participaba de la agresión, por cierto. Y la PUC tomó partido en este enfrentamiento nacional: decidió respaldar a los encapuchados y justificar sus acusaciones falsas contra Carabineros, la más escandalosa de las cuales fue hecha por Nicolás Lüer, quien afirmó que había cuerpos colgando dentro de la estación Baquedano. La excentricidad de la denuncia ha hecho que casi todo el mundo la haya olvidado, pero los fanáticos de extrema izquierda la tomaron con mucha seriedad en su minuto y simularon un proceso judicial al respecto. Tuvieron que clausurarlo, por supuesto, pero política y discursivamente les resultó útil para avivar el fuego de su insurrección satanista. Y la PUC participó de todo esto.

Yo he acusado públicamente a la UMCE de hostigar a Carabineros, pero debo admitir que no es la única universidad del país empeñada en combatir a esta noble institución. Más aún, estas universidades han tomado un bando definido en la guerra contra la cristiandad en nuestro país. Esto explica tanto que la PUC se haya apresurado a interponer una querella sin pruebas de por medio cuanto que ella no haya retirado esta querella después ni, menos aún, haya pedido perdón por haber participado de una acusación falsa y de un ataque terrorista. ¿Cómo van a pedir perdón, pues, por hacer esto con lo que está comprometida? La PUC quiere aplastar la cristiandad y destruir la tradición. Lo manifestó simbólicamente al levantar el «templo» del Campus San Joaquín, un edificio brutalista que no le brinda gloria a Nuestro Señor ni manifiesta que Él habita este lugar, sino que expresa un carácter nihilista y mecánico de la existencia. José Antonio Kast se preguntó lo mismo que yo ahora hace un par de años, pero no ha habido —ni habrá— una respuesta institucional de la PUC a causa de lo que acabo de explicar: esta universidad es anticatólica y revolucionaria. Ella está comprometida con el diablo y no puede, por lo tanto, traicionar a su verdadero amo.

Si esta es la situación, cabría esperar la intervención del Gran Canciller, Monseñor Chomalí. Pero la adhesión de este a la retórica de extrema izquierda, como ha documentado el canal Credo Chile, me hace dudar sobre esta posibilidad. Es lo que debería ocurrir, sin duda, pero resulta inverosímil que así sea. No es que yo tenga la intención de dirigir lo que hace el reverendísimo señor Arzobispo, sino lo que estimo más propiamente cristiano y apegado al Magisterio de la Santa Madre Iglesia.

Un último factor que impide las disculpas de la PUC es el castigo al que está siendo sometido nuestra patria a causa de su infidelidad. Este castigo solo puede terminar por medio de una conversión sincera y masiva a la fe verdadera. Tampoco parece un escenario verosímil, pero es una condición necesaria para que todo lo que hay de torcido en Chile tenga siquiera la esperanza de que sea corregido.

Ave María Purísima

 
 
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