“EL SENTIDO DE LA REALIDAD” DE ISAIAH BERLIN

 

Existen pocos trabajos que recorran el origen y desarrollo de las ideologías de forma tan interesante como “El Sentido de la Realidad” (1996). Leyéndolo, uno se encuentra con citas de numerosos autores por páginas y queda abrumado con lo poco que conoce realmente de la historia occidental. 

A menudo, cada época histórica nos presenta una idea de lo que deben ser las cosas y hacia dónde van. En ese sentido, diversos autores nos entregan diagnósticos desde sus vitrinas. Cada época nos entrega, también, un puñado de hombres incapaces de aceptar el presente, a menudo tachados como "retrógrados", "anacrónicos" o inocentes. 

Y, sin embargo, se da la particularidad que, mirando al pasado, todas las proyecciones del futuro realizadas por intelectuales que creyeron descubrir el "sentido de la historia" resultaron ser inadecuadas a largo plazo. Nos dice Berlin: "Si se les preguntara por qué Shakespeare no podría haber escrito Hamlet en la Antigua Roma, los hegelianos hablarían del espíritu greco-romano, con el que no serían compatibles tales pensamientos, sentimientos y palabras tales como los de Shakespeare. Los marxistas podrían referirse a las "relaciones" y "fuerzas" de producción que en Roma eran de tal modo que habrían generado "inevitablemente" una superestructura cultural en la que Virgilio podría funcionar como lo hizo -no así Shakespeare-. Montesquieu se habría referido a la geografía, los climas, el "espíritu dominante" de los diversos sistemas sociales; Chateaubriand, a la diferencia marcada por la cristiandad, y Gobineau, a la raza; Herder, al espíritu tradicional; Taine, a la raza, el medio, el momento; Spengler, a la "morfología" autónoma de culturas y civilizaciones mutuamente excluyentes entre sí; y así sucesivamente (...) Y aún así hay algo peculiar al respecto, tanto en la teoría como en la práctica. En la teoría, porque ningún intento de aportar una "clave" semejante en la historia ha tenido demasiado éxito hasta ahora."(página 32, editorial Taurus).

Una importante reflexión, entonces, es que los "retrógrados" de cada época pueden no necesariamente estar equivocados, toda vez que el "sentido de los tiempos" nunca ha sido un argumento, observando la historia y en especial los grandes cambios del siglo XX, que derrumbaron todas las teorías sobre avances civilizatorios que se supusieron como dados. Todo esto, por supuesto, es abordado en el libro. Una tesis similar a la que llegó Karl Popper sobre el "historicismo" y sus limitaciones al diagnosticar completamente la realidad. 

Con lo anterior en mente, la pregunta que queda, entonces, a la cual Berlin nos invita a reflexionar, es qué podemos llamar "tener buen juicio político". Más en concreto, ¿qué tuvieron gobernantes exitosos en el pasado que los hizo conectar con sus respectivas épocas? Es evidente que hubo algo, para bien o para mal, que transformó a Bismarck, Hitler o Stalin  en referentes de sus respectivos contextos históricos. ¿Será haber tenido "sentido histórico", "consciencia social"? 

En el presente se habla mucho de "tener calle", pero esta ingenua frase encierra demasiados problemas. Para empezar, ¿a qué hace referencia? ¿A lo que opinen mayoritariamente las personas en las veredas? ¿A la composición arquitectónica de las ciudades y sus servicios de alcantarillas? ¿Al acceso a bienes y servicios considerados básicos? ¿A la conectividad vial o grafitis? Ciertamente no es un término preciso para describir el pensamiento de alguna mayoría de personas.

 

Evolución histórica de las ideologías

Berlin recorre la historia de las ideologías y sus principales autores. El socialismo es concebido como un diagnóstico donde la mayoría de los males se deben a la excesiva desigual distribución de los recursos materiales, cuya solución pasa por la transferencia, total o parcial, de la propiedad de los medios de producción, y del intercambio del tipo privado a aquella sujeta a la lógica pública.

La historia del socialismo occidental puede remontarse al Antiguo testamento, plagado de alusiones a la vileza de los ricos y el efecto corruptor de la acumulación de la riqueza. Platón fue el primero en hablar de la necesidad de abolir la propiedad privada. Otros aportaron apuntando la necesidad de la planificación centralizada y la educación como método para el florecimiento colectivo, tal como Saint-Simon, Rousseau y Fourier. Por su parte, también denunciaron la civilización y la vileza de la competencia descarnada, aquella del mundo laissez-faire industrial, como el origen de los males, añorando una vuelta a las raíces del mundo comunitario y cooperativo. Louis Blanc, fue un pionero en lo que respecta a considerar al Estado como un ente que debe tener un rol social asumiendo negocios e industrias. Auguste Blanqui organizó revueltas armadas, pues concebía la opresión y explotación que veía como intolerables, y desconfiaba de los paliativos que otros reformistas pudieran proveer. El cómo se concebía la sociedad, una vez la revolución tuviera éxito, no parecía saberlo concretamente. Proudhon subrayó la inevitabilidad del conflicto entre clases. Charles Hall y William Thopmson fueron protomarxistas, que introdujeron conceptos como la tesis de que la acumulación capitalista producía ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, y la famosa "plusvalía". Todos estos conceptos se pueden trazar hasta llegar a movimientos de Izquierda del presente siglo, los cuales a su vez han generado numerosas fracturas entre colectivos políticos por sus diferentes interpretaciones de como proceder.

Al hablar de marxismo, Berlin se pregunta cómo es posible que haya tenido tanto éxito, y da 5 razones para ello: 1) Su pretensión de dar cuenta de la historia humana, la opresión y la miseria en términos científicos; 2) La identificación de una "clase" y sus intereses con el futuro de la humanidad; 3) La provisión de fines concretos, tanto a corto como a largo plazo; 4) La división clara entre criaturas de la luz y la oscuridad y; 5) La expresión de los valores de cualquier sociedad en función de sus intereses de clase, con el destino "inevitable" de la revolución. El proletariado, siendo la clase más explotada de todas en sus intereses específicos, con sus mínimas condiciones, representa al hombre y sus necesidades en cuanto tal. Todo esto entregaba un programa político claro y además llenaba los espíritus de sus militantes, que veían el grial detrás de la penumbra y explica, a su vez, la crítica durísima que Marx hizo de la religión, por pretender crear él mismo una. 

Es desde aquí que podemos rastrear el insulto de moda en Latinoamérica por la Izquierda de "facho pobre", como aquel individuo que "traicionaría sus intereses" y se "alinearía aquellos de los explotadores". Y es desde aquí, también, que podemos rastrear la imposibilidad de la discusión racional y la oposición a la libertad de expresión de los movimientos postmarxistas, pues cada agente hablaría desde sus "intereses de clase", haciendo imposible cualquier tipo de entendimiento. En ese sentido, permitir el diálogo solo haría que los privilegiados defiendan y perpetúen sus intereses, citando a Berlin: "La doctrina marxista es una nueva arma terrible, pues su verdad implica que hay secciones enteras de la humanidad que son, literalmente, sacrificables"(página 207, editorial Taurus). 

Con respecto al nacionalismo, Berlin relaciona curiosamente su origen con Kant. Admitiendo que la relación podría parecer ofensiva a primera vista, su razonamiento es que previo a Kant la forma predominante de entender el mundo era entorno a una idea de naturaleza humana o estructura definida a la cual los humanos deberían acoplarse, una jerarquía donde todos teníamos un lugar en el mundo. Desviarse implicaba caer en los vicios para unos y para otros. Pero fue Kant quien rompió con esta idea, anunciando que los valores no provenían de ninguna naturaleza humana ni de Dios, sino de los mismos individuos, quienes dentro de su libertad podían o no aceptar estos mandatos. El peor mal era esclavizar a los humanos, impedir que actuaran según sus propios imperativos morales, incluso, si estos los conducen a la miseria o el martirio. 

Entonces, la consigna que Kant defiende, por sobre todas las cosas, es la autodeterminación, el no traicionar lo que uno es. Esto caló hondo en el pueblo alemán, asolado por gobernantes ineptos y las batallas napoleónicas, quienes forzaron a los hombres a apegarse a las cosas más simples que tenían a mano producto del despojo. Fue entonces cuando Fichte, doctrinario de cabecera, precursor del nacionalismo alemán, relacionó el "Yo" de la autodeterminación como verdaderamente auténtico solamente si se relacionaba con interacciones históricas, tradiciones, ritos, que daban identidad genuina a los individuos. Los individuos, entonces, solamente se pueden sentir plenos identificándose con aquellos productos relacionales que provenía de la nación: "La doctrina del Yo libre con la que Kant intentó superar lo que él sentía como el peligro para la libertad moral proveniente de la aceptación de un universo mecánico, impersonal, determinado, en el que la elección era ilusoria se magnificó, y, de hecho, se pervirtió, en la doctrina de la historia casi personalizada como la portadora de la voluntad colectiva, la voluntad de desarrollo, de poder, de esplendor, una concepción medio biológica, medio estética, de la nación o del Estado-nación como una especie de obra de arte creativa, que se desarrolla por sí sola."(página 352, editorial Taurus). 

 

Comentarios finales

Existen más cosas que el libro aborda, que el lector que haya quedado interesado con estas líneas puede ir a revisar. Cosas como el compromiso artístico de Rusia, el origen del romanticismo alemán o la valoración positiva que se hace sobre el nacionalismo de Rabindranath Tagore quien, lejos de buscar desconectarse de Occidente, supo valorar lo que había que valorar (pese a la historia de atropellos que había ejercido la corona británica), rechazando actitudes resentidas en la proyección de la India hacia el mundo, conservando su propia identidad. Todos ensayos interesantes y recomendados. 

 
Anterior
Anterior

RESEÑA SOBRE «EL DESEO NEGADO DEL PEDAGOGO: SER PEDÓFILO», DE MAURICIO QUIROZ, 2020

Siguiente
Siguiente

OBI-WAN KENOBI (2022): ENFRENTAR LA DERROTA