LA PLURINACIONALIDAD COMO DISOLUCIÓN DE CHILE

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Una nación se compone de una comunidad, un territorio, una historia en común que se ve reflejada a través de su cultura. Suele conllevar una serie de tradiciones, ritos y costumbres. Si bien los “presos de la revuelta” ha sido el tema más comentado hasta ahora, el concepto de “Estado plurinacional” fue el eje sobre el cual se ha montado el discurso inicial de la Convención Constituyente. Cabe mencionar que, una minoría intransigente se está adjudicando la representación de los pueblos originarios y es la que está impulsando esta idea. Ellos fueron beneficiados con escaños reservados (que no estaban en el acuerdo original del plebiscito) y poseen una ínfima proporción de los votos de sus representados, con abstenciones que en algunos casos superaron el 80%. Es decir, son la minoría de entre las minorías, por lo que cabe analizar para dónde nos quieren llevar con esto. 

 

¿Qué es Chile?

En un debate que Elisa Loncón tuvo con Arturo Zúñiga(1), sostuvo la necesidad de un Estado plurinacional sobre la base de la “represión del Estado” en desmedro de los pueblos originarios, y que lleva décadas. Aquí se observa una doble trampa; por un lado, se omite que el actuar del Estado en muchas ocasiones tuvo como fin defender mapuches de ataques terroristas, pues también hay víctimas mapuches del terrorismo (como Osvaldo Antilef o Eugenio Naim); y, por otro, se pretende que dar autonomía y ceder poder sería la solución, cuando en realidad la solución a la poca representatividad de cada etnia podría simplemente consistir en elegir representantes adecuados para cambiar las políticas públicas, con la institucionalidad actual. El problema es que no suelen ganar elecciones nunca. 

La principal interrogante que nos entrega la izquierda radical con el concepto de "Estado plurinacional" es cómo debemos entender nuestra identidad. ¿Acaso es una mera suma de las partes? ¿O acaso es una conexión de la suma de las partes, más, la sinergia de eventos y recuerdos que surgen de esa unión? En otros términos, ¿una familia es una suma de personalidades o también es lo que surge de esa sinergia de personas, como eventos, recuerdos u otros? Si entendemos como una mera suma de las partes, Chile en tanto identidad conceptual como tal desaparecería. 

A menudo, los propulsores de esta idea nos hablan de España, donde ciertas comunidades poseen su propio idioma y han mantenido cierta autonomía. Lo que no suelen mencionar es la fuerte xenofobia que ha surgido dentro de la misma España, donde es mal visto hablar el castellano en ciertas áreas, o incluso se habla de echar a los españoles de su territorio(2). .

No queda claro cuáles serían los grandes beneficios de esto, más que un supuesto buenismo con “gente que no se siente representada” o le ofenden los símbolos patrios o el himno de Chile. 

Dejando de lado la falacia de asociar la identidad chilena con actos del Estado en zonas de conflicto cabe preguntarse, ¿debemos acomodar nuestra Constitución o normativa interna a cada minoría que no se sienta representada para no ofenderlos, debido a una supuesta identidad? ¿Cómo se acredita ser de un pueblo originario? ¿Tests de ADN? Resulta todo tan ilógico que sorprende que esta idea tenga adeptos, más bien pareciera que solo trae perjuicios. Una nación dividida es más fácil de someter (quizás aquí podemos entender el entusiasmo de la Naciones Unidas por patrocinar el cambio constitucional). 

Algunos libertarios secesionistas podrían teorizar con armar un Mini-Estado en alguna región que le dé la bienvenida a la inversión y crear su Singapur. Sin embargo, todo análisis economicista debe supeditarse al asunto identitario, que es el que manda. En este sentido, solo avizoramos malas noticias por ese lado, pues muchos pueblos originarios poseen liderazgos abiertamente anticapitalistas detrás de un supuesto ecologismo

 

El fin de la igualdad ante la ley

Con la “plurinacionalidad” instalada no habría ningún motivo legal para oponerse a la autonomía formal de cada grupo que se asuma como originario, vale decir, que instalen sus propias leyes y se desliguen del Estado chileno. Ligado a lo anterior, puede pasar que, aduciendo criterios étnicos, ciertos pueblos originarios desconozcan fallos judiciales, y busquen aceptar fallos de organismos internacionales para resolver conflictos que antes resolviera la Corte Suprema. 

Los problemas empiezan, pues, la jurisprudencia de la "cosmovisión" de cada pueblo originario no es clara. Puede suceder que se revisen fallos con criterios étnicos, acabando con la igualdad ante la ley. Y no estamos hablando solo de casos que se remitan a las mal llamadas “acciones de recuperación” que los grupos terroristas llevan a cabo. Ya tenemos antecedentes de litigios judiciales en los que los grupos indigenistas se han adscrito a organismos internacionales para salir ilesos. En 2013, por ejemplo, 17 mapuches fueron exculpados de maltrato a sus mujeres por el Convenio 169, donde según la costumbre ancestral mapuche basta con las disculpas del agresor para acabar con el tema(3).

Ser chileno podría transformarse en ser un ciudadano de segunda categoría y conllevar desventajas legales y políticas en muchas regiones del país. Hemos empezado a ver la materialización de este peligro con la misma Convención Constitucional, donde los representantes de pueblos originarios tienen auténticos privilegios, pues fueron elegidos por cupos reservados. 

 

¿Racismo?

Un evento que parece anecdótico pero que encierra una compleja ramificación fue el emplazamientode Teresa Marinovic a Francisca Linconao, quien la invitó a que hablara en castellano para que todos pudieran entenderle, ya que prácticamente nadie entiende el mapudungún. Tras estos dichos fue acusada de racismo. Lo anterior abre la pregunta, ¿así van a ser las interacciones en Chile desde aquí en adelante? ¿Hablar en cualquier idioma de un pueblo originario y si los demás no lo entienden será porque son racistas? El deseo de imponer una cosmovisión étnico-política particular deriva de la Teoría Crítica de la Raza. Esta ideología, fabricada en Estados Unidos, ha provocado estragos en la convivencia diaria de ese país, generando una verdadera paranoia, motivo por el cual muchos senadores republicanos han buscado prohibir su enseñanza en escuelas públicas. 

Su praxis consiste básicamente en “problematizar” interacciones cotidianas en busca de aquel racismo “normalizado” que nunca vimos pero que siempre estuvo ahí. En pocas palabras, combatir el racismo viéndolo en todas partes. Algo ridículo de intentar hacer en Chile, donde todos somos fenotípicamente mestizos. Los progresistas se transforman, entonces, en apóstoles de la rectitud moral mientras más racismo “vean”. Esto es lo que está detrás de las actitudes de Linconao, del cambio de nombre de la Negrita y de tantas otras marcas o funas ridículas. Esto también lleva a los activistas a odiar a su propio país (el cual obviamente es racista, según ellos), dividir aún más la nación y fragmentarla en identidades sin conexión trascendente más allá de su activismo político.  

 

Conclusiones

En síntesis, debe verse con ojos de precaución que en la Convención afloren ciertas ideologías nefastas y que luego quieran instalarse en forma de artículos en la nueva Constitución. A nivel legal, es un grave problema el fomentar la desigualdad ante la ley en base a criterios identitarios poco claros. Y lo más preocupante es qué pasará con la convivencia nacional si estas ridiculeces llegan a materializarse, ¿perderemos la capacidad de reírnos de nosotros mismos? ¿Acaso vamos a “problematizar” absolutamente todo?

 
 
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