LA IZQUIERDA, ESE EXTRAÑO MUNDO CIRCENSE DE CONTRADICCIONES

 

“El futuro será de quienes crean en un orden sin desalojos” se leía en un rayado en el centro de Santiago, y refleja perfectamente el mundo de los pensamientos que reinan en la izquierda chilena, fuertemente influenciada por la revuelta de mayo del 68. Un mundo donde la lógica o el principio aristotélico de la no contradicción es lanzado al tacho de la basura para favorecer fantasías imposibles. En un mundo razonable, las elucubraciones de este submundo no darían más que para reírse o contarle cuentos a los niños. Pero como veremos más adelante, gozan de un alcance que permite que tengan desastrosas consecuencias que debe padecer la sociedad.

Hablemos, por ejemplo, de la curiosa relación existente en la izquierda entre anarquistas y feministas, la cual tiene todas las características de lo que llaman “relaciones tóxicas”. Por un lado tenemos a los feministas, quienes, en su lucha contra los molinos de viento de lo que llaman patriarcado, permanentemente buscan imponer leyes para “evitar” acosos callejeros, pero odian al Estado, al que califican marketeramente de “patriarcal”, lo cual los lleva a enfrentarse a las fuerzas de orden (atentando contra la moral y buenas costumbres). Y es aquí donde entran los compas anarquistas que también odian al Estado, pero por motivos diferentes. Esta curiosa alianza es tan absurda como contradictoria, pues ninguna ley contra el acoso callejero puede servir si las fuerzas de orden no están presentes. Menos pueden funcionar leyes contra la violencia intrafamiliar si las fuerzas del Estado no se atreven a entrar a un barrio dominado por narcotraficantes. Más aún, los anarquistas se caracterizan por ser su tendencia garanto-abolicionista, pues siempre buscan liberar criminales o terroristas, reducir las penas y, en general, hacer de las calles un lugar lo más peligroso y sin carabineros posible. ¿Puede hacerse algo para reducir las muertes de mujeres o el acoso callejero con estos aliados? ¡Con estos amigos para qué necesitar enemigos!

En este contexto, no debe sorprender que juezas feministas liberen violadores o condenados por violencia intrafamiliar [1]. O también, que feministas se alegren cuando delincuentes encapuchados atentan contra la vida de mujeres son miembros de la fuerza policial al son de la consigna “la paca no es mi compañera”. Recuerden que estamos en el submundo de fantasías, contradicciones y cuentos animados de la izquierda.

Luego está la simpática causa trans, según la cual ser mujer es un acto de voluntad autogenerado, y cualquier cuestionamiento a la identidad ajena es considerado transfobia o machismo, todo sea con tal de derrocar el patriarcado. Pero resulta que esto choca con las leyes de cuotas o privilegios dedicados a mujeres, pues si ser mujer no significa nada en concreto, cualquiera puede serlo. El resultado es obvio: hombres disfrazándose de mujeres para obtener puestos destinados a ellas, con consecuencias que serían cómicas si fuesen parte de un chiste, aunque no lo son ya que pertenecen al mundo real, como por ejemplo el caso en Argentina donde un violador se autopercibió mujer y abusó sexualmente de las reclusas al ser trasladado a la cárcel de mujeres [2].

Los progresistas, en su habitual pragmatismo, no consideran como un problema que sus teorías sean absurdas o trágicas, sino que que se hable de todo esto. A raíz de lo anterior se dedican a acallar y funar voces que cuestionan sus premisas, claro, cuando no están ocupados funándose entre ellos mismos. Es por ello que estas ideas absurdas y contradictorias no están en las estanterías de chistes sino en la realidad, por el poder coercitivo de quienes las imponen. Coerción que puede ser vertical (leyes del Gobierno) u horizontal (funas o amenazas). Entonces, la sociedad debe soportar a esta gente que denuncia problemas haciéndolos peores. Tal vez las cosas serían mejores sin tanta gente “despierta” luchando contra el sistema.

 
 
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