INFLACIÓN POLÍTICA

 

Este 2022 Chile está en una situación crítica, la constante alza en el nivel general de precios y la proyección del Banco Central dan una mirada pesimista para la situación del país.

El índice de precios al consumidor (IPC) de marzo anotó un incremento histórico de 1.9% mensual, trayendo consigo un aumento de 9.4% a doce meses, llegando a niveles vistos por última vez en la crisis hipotecaria del 2008, la cual marcó un máximo en octubre de 9.83% a doce meses. En consecuencia, un gran golpe a los bolsillos de la población chilena que, ante el desconocimiento, hacen sentir su molestia frente a las nulas soluciones, siempre buscando culpables: Algunos dirán que es el gobierno, otros dirán que es colusión, se escucha también la inflación importada e incluso economistas más técnicos dirán que es la inercia de la serie temporal. 

Al final del día la causa es incierta para muchos, si bien el Banco Central ha utilizado todas sus herramientas para mantener al "monstruo controlado", la crisis es un gran enemigo por combatir. Sin embargo, esto también viene acompañado de un gran problema en manos del gobierno: Los retiros de las AFP. La persistencia de la clase política en aprobar estos proyectos es una bomba de tiempo para la inflación del país, bomba que todos conocen, pero nadie tiene el valor de desactivar.

La constante expansión de la masa monetaria frente a una nula expansión de la capacidad productiva es una de las causas más directas de la inflación en Chile. En términos sencillos; el aumento de las transferencias provoca un directo aumento en el consumo, sin embargo, la oferta no se ajusta a la misma velocidad y, a su vez, frente a la especulación en los precios se desincentiva la inversión productiva limitando aún más la capacidad del país para satisfacer los requerimientos de consumo.

Sumado a este efecto, la población chilena poseía hasta 2021 un fenómeno llamado Ilusión monetaria, en el cual destaca una despreocupación del nivel de precios frente a una alta importancia de la parte nominal, es decir, mientras más dinero tenga en el bolsillo más rico me siento, aunque en términos reales sea lo contrario.

Pero si se logra notar de lo anterior, la suma de estos problemas no es culpa directa de la ciudadanía, sino más bien es el intento constante de la clase política de ofrecer soluciones parche y estructurarlas de tal manera que, para una generación acostumbrada a la estabilidad de precios de los últimos 20 años, no de señales de peligro inminente para su calidad de vida. 

Hasta el momento, el único ápice de esperanza recae sobre Mario Marcel, para muchos es el encargado de hacer razonar al gobierno y proteger a la ciudadanía de la demagogia. Pero parece que su vasta experiencia no es suficiente para ser escuchado; le falta mentir más.

 
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