RESEÑA: GUERRA IDEOLÓGICA , DE JORGE SÁNCHEZ (2023)

 

Guerra Ideológica en su tercera edición es una alerta, un llamado de emergencia y mucho más. Una alerta al lector y a la sociedad occidental a escala local y mundial. La alerta significa estar atentos y vigilantes. Una llamada de emergencia para comprender el presente con retornos al pasado y proyecciones de un mañana amenazado, un llamado a resistir.

Ya no hay un destino conjunto. Hay “una revolución en curso”[1]. El autor cual especialista realiza una radiografía cultural, filosófica y política de la actualidad, con idas al pasado cuando el argumento lo requiere. El texto es un gran esfuerzo intelectual, conceptual y de divulgación, mediante explicaciones, evidencias históricas y sustento teórico.

La guerra hoy posee otras formas, “nuevos medios y nuevas estrategias”[2]. Los colectivos y movimientos sociales disputan la calle y todos los espacios culturales-mediáticos en contraposición a los partidos políticos (lo vimos y padecimos con nitidez en la Primera Convención con sus distintas alocuciones, vestuarios, ritos y puestas en escena). El autor reflexiona sobre el presente amenazado. Al mismo tiempo acompaña la alerta con un camino por recorrer a modo de resistencia. Rastrea y mapea el actuar ideológico, la metamorfosis y la amenaza real que representa hoy el comunismo al interior del capitalismo, en la cultura y en Occidente en medio de una crisis compleja, pero no es una crisis más.

La cultura, ese modo de ser socialmente adquirido, se encuentra bajo amenaza mediante una guerra cultural en la cual las creencias están siendo modificadas de forma paulatina y radical. Es una guerra contra los principios y valores de Occidente[3]. Hoy la izquierda controla e influye desde la cultura y reconfigura al ser humano, es una trampa mortal para todo lo humano como especie natural y social. Es imposible no recordar y analizar en retrospectiva el “estallido” o revuelta social, fueron días de combates urbanos con “compromisos políticos”[4] evidentes y silenciados (quizás hasta recompensados con pensiones de gracia).

Las creencias de raíces cristianas están siendo podadas y arrancadas del suelo fértil, esas creencias ponen límites a la emancipación, la manada no tolera lo prohibido ni los límites.  En su actuar el objetivo es profundizar el caos y la negación. Un hombre vaciado y vacío producto del consumo material y de la deconstrucción en marcha. Esta oleada se opone a lo trascendente e instala la recompensa de lo inmediato, una recompensa individual y social de corte conductista.

Paso a paso instalan una idea, sensación, reivindicación y finalmente aparece una ley de justicia social. Levantan banderas y colores, consignas y deseos infinitos, todo es posible mediante un imaginario social que busca liberarse de las ataduras. Un todo y nada[5] falaz y fatal. El capitalismo está siendo utilizado por la izquierda “para proyectar y profundizar su discurso de emancipación cultural”[6].

El comunismo “no ha muerto”[7], sigue en desarrollo con nuevos aliados y apoyos no tradicionales. Se mantiene vigente y a toda marcha en la transformación de consciencias y de realidades desde el discurso y su reposicionamiento en la cultura. Aprendió la lección del siglo XX, ahora se rodea de nuevos conceptos y de seguidores, las derrotas lo obligaron a mimetizarse y doblegar la voluntad humana desde un discurso convocante de pasiones, deseos, recompensas y placeres tras las libertades infinitas.

La revolución está en marcha con acciones silenciosas, dentro, en contra y a través del sistema económico imperante y falible. El comunismo hoy utiliza al capitalismo. Una alianza novedosa entre consumismo y progresismo. Es un nuevo intento por destruirlo desde adentro en lo mediato y largo plazo. En lo inmediato desata la batalla cultural en todo ámbito, con especial atención en la esfera privada. Sus golpes son multiculturales negando lo trascendente y los límites de la visión actual de hombre y del ser humano.

Ya no hay espacio para lo sagrado, para los misterios. Lo sagrado es una profanación ante las falsas libertades, ante la infinitud del paraíso terrenal (templos destruidos durante el estallido. “La única iglesia que ilumina es la que arde” se leyó en esos días). Sus ideas son incendiarias y sus ataques explosivos. El bienestar material asociado al capitalismo hoy  juega en contra, bajamos la guardia y dimos por superada la ideología comunista. El consumo masivo de bienes es tierra fértil para el comunismo, lo espiritual queda relegado y restringido.

La emancipación propuesta va acompañada de deseos y pulsiones que sobrepasan lo político, se incorpora tácticamente lo cultural y la deconstrucción del hombre occidental. Se anuncia una recompensa: el paraíso terrenal, igualitario, colectivo, placentero e infinito. Sin cadenas ni ataduras con el pasado opresor. La locura y el caos son compañeros de ruta en el camino de la emancipación frente al orden establecido. No es menor la influencia desde dos disciplinas: sociología y psiquiatría en la emancipación libertadora.

La táctica contrasistema cuenta con un paso a paso que es presentado por el autor:

a) Ocupación del Espacio. b) Control Territorial y c) Revolución Cultural.

Sugiero que en esos tres puntos recuerde y asocie lo sucedido en la mal llamada “plaza dignidad”. En esos espacios las minorías tomaron la palabra y predicaron desde una representación minoritaria y aura sacra, desde su religión pagana con una resonancia desmedida que no dudó ni duda en victimizarse ante la reacción tras sus intervenciones lingüísticas y callejeras.  Se sienten víctimas del cosmos opresor, no hay que olvidar que las minorías vociferantes no son mayorías reales pero utilizan perfectamente el a, b, c ya mencionado, una y otra vez. No nos pueden seguir sorprendiendo.

Estas minorías aplican el manual de la guerra cultural: “la revuelta debe ser constante, progresiva y radical”[8].  El luchador de hoy “es un  combatiente sofocante”[9] y dispuesto a todo ante su enemigo: el sistema imperante (las imágenes del estallido y de las revueltas de los liceos emblemáticos grafican están líneas y el manual).

El paso a paso se infiltra en la sociedad, se apoyan en las pasiones y deseos, hay que asestar nuevos golpes a las grietas del sistema opresor (el paso a paso llama a evadir, saltar torniquetes y una puesta en escena en contra del orden establecido). Avanzan y se instalan silenciosamente cuando es necesario y van deconstruyendo sigilosamente, por el momento el vacío y el vaciado de la sociedad capitalista es útil para su cometido: la mirada única de mundo y el control total del individuo.

Ofrecen un hombre nuevo dueño de su destino[10]. El comunismo entendió que pueden ofertar libertades, ya que existe una ansiedad de nuevas libertades, las cuales ya no requieren de orden ni de trascendencia. Soy libre, soy supremo[11]. La realidad la puedo modificar a mi gusto y antojo desde mis sensibilidades (nos dijeron hace rato  que el lenguaje construye realidades). Ya no hay un dios ni Dios. Combaten las certezas en todo nivel y en paralelo con pequeñas y grandes acciones, las formas son deformadas más allá de lo conceptual, van por la Nación, el Estado y la Familia, pilares fundamentales de la cultura occidental y del orden.

Esos pilares ya presentan grietas y es impopular su defensa, en especial, de la familia. Relativizan el bien y el mal, hoy lo malo es menos malo, sin responsabilidades individuales por asumir, han resignificado las pulsiones, los impulsos y los instintos son vistos como motores del todo es posible, una utopía remozada y seductora. El justiciero de la calle califica al enemigo de criminal, inmoral, injusto y tiránico (discurso presente en la fiesta de los abrazos y declaraciones de la Primera Convención, entre otros ejemplos recientes).

Lo sagrado es tergiversado[12]. Todo está en el hombre, ya no es necesario un dios, ya no hay Dios, afuera del hombre no hay nada. El hombre es materia, producción y deseos ilimitados, la noción de un dios es incompatible y opresiva. Ya no es tiempo de preguntarse por lo divino, esas concepciones están pasadas de moda. Es tiempo de gozar las libertades infinitas (¿lo son?). Sus libertades (nos dicen) no son compatibles con el orden heredado y actual, es dicotómico: libertad u orden. El hombre actual se encuentra perdido “en los vicios de la gran ciudad”[13]. En esa gran ciudad capitalista el combatiente se siente cómodo, el mercado hoy es un escenario favorable a sus causas[14] (las paradojas del mercado visto como sacro olvidando lo espiritual y trascendente).

La alarma puesta por el autor es sonora y resuena, ya no hay tiempo de seguir posponiendo las alarmas como en las mañanas y esperar un par de minutos más, cada minuto cuenta. Seguir aplazando puede ser fatal cultural y humanamente, hay que “oponer resistencia al avance avallasador del sofismo materialista y el ateísmo”[15]. Las infinitas necesidades de consumo son tierra fértil para ir vaciando al ser humano, conformando un humano ajeno a su polis, quejumbroso de todo y del todo, mientras el comunismo mira expectante y se infiltra. Es un combatiente social con ropaje de transnacionales que nunca está solo[16].

La justicia social es de izquierda[17] y útil a su proyecto histórico e ideológico. Un proyecto que hoy reúne y convoca a las minorías y disidencias locales e internacionales, las que utilizan consciente e inconscientemente los beneficios y debilidades del sistema neoliberal, y el constante mantra del todo es posible[18]. Usan colores y banderas de sus causas.

Los grupos marginales hoy son grupos de presión en diversos ámbitos y han desarrollado un sistema de poder[19]. Esos grupos se configuran y actúan desde las minorías, los indigenismos y los autonomismos, todos con pliegos de reivindicaciones infinitas, con sensibilidades y victimismos constantes. Son minorías vociferantes ocupando estratégicamente los espacios públicos, los medios de comunicación y la toma de decisiones (leyes). El autor nos presenta cuatro objetivos estratégicos[20] en desarrollo y ejecución paralela, gradual y complementaria de esta agenda y avalancha roja (comunista).

Esos pasos estratégicos apuntan a la anhelada ruptura de lo político, social y cultural, dicho en simple: “van por todo” y un “seguimos-venceremos”. Veamos:

1)      Extinción de toda idea de Dios y de toda religión.

2)      Extinción de todas las nociones de Estado-Nación, y del sentimiento patrio.

3)      Extinción de la familia.

4)      Extinción de la propiedad.

La guerra hoy es una “acción política sistemática y cotidiana”[21], constante en el día a día, de saturación desde la poesía hasta las redes sociales por parte de los combatientes de las opresiones, saben que la lucha es sin cuartel ni de las antiguas trincheras minadas. La guerra está desatada, el bando imperante va seleccionando sus enemigos históricos y de turno, los silencia y cancela de ser necesario. Mantienen un calendario ritual con fechas significativas desde sus reivindicaciones y una agenda popular, “son fechas importantes para la lucha política revolucionaria”[22] (el joven combatiente, la fiesta de los abrazos, 18O y otras que nacerán y renacerán desde la épica guerrillera, mediante un discurso no novedoso pero siempre útil y la izquierda lo sabe, por eso copó las universidades locales, las artes, la calle y todos los medios afines).

Es altamente probable un enfrentamiento final, la enemistad está declarada, es el paso previo a una nueva guerra civil. Hay en el texto un llamado a despertar y resistir, a reencontrarnos, poner la voluntad y no seguir bajando la guardia, el entrenamiento intelectual hoy es tan importante como el físico y espiritual. Esta es una advertencia del autor y una obra puesta al servicio del lector para entender el fenómeno, el enemigo y los riesgos. Es tiempo de actuar, hay que considerar la alerta, la advertencia y la información recopilada y sustentada en Guerra Ideológica. “Las experiencias son mejores que las advertencias”[23]. La advertencia es real.

Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia y Ciencias Sociales.


Notas al pie:

[1] Jorge Sánchez, Guerra Ideológica (Editorial ICP, 2023), p. 304.

[2] Sánchez, Guerra, p. 309.

[3] Ibíd., p. 260.

[4] Ibíd., p. 316.

[5] Ibíd., p. 263

[6] Ibíd., p. 25.

[7] Ibíd., p. 252.

[8] Ibíd., p. 268

[9] Ibíd., p. 318

[10] Ibíd., p. 266.

[11] Ibíd., p. 279.

[12] Ibíd., p. 272.

[13] Ibíd., p. 279.

[14] Ibíd., p. 324.

[15] Ibíd., p. 282.

[16] Ibíd., p. 320.

[17] Ibíd., p. 323.

[18] Ibíd.

[19] Ibíd., p. 324.

[20] Ibíd., p. 305.

[21] Ibíd., p. 286.

[22] Ibíd., p. 321.

[23] Ibíd., p. 400

 
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